Por Lenis Valiente Mendoza
Después de tantos años, el primer día es siempre una experiencia única….
Aquella tarde de febrero la vi en el fondo del salón, apartada de los demás niños. Ellos se hacían a un lado, ninguno quería estar cerca de ella. Cuando me voy acercando siento un olor penetrante y desagradable. Veo su uniforme sucio y le pregunto:
─ ¿Por qué vienes así, qué clase de madre manda a su hija a la escuela de esa manera?
La niña sólo baja la mirada y se le salen las lágrimas, luego una alumna me dice: ─ Es su mamá la culpable, llegó borracha y le vomitó el uniforme, y ella no quería faltar hoy a clases, que es el primer día.
Al escuchar las razones que me diera su compañera sentí un ramalazo de remordimientos; cómo fui capaz de juzgar y hacer sentir mal a una niña, que no le importó exponerse a la burla de sus compañeros por cumplir con su responsabilidad. Hice salir a los niños y me quedé a solas con ella, presté a una compañerita suya un short, y le lavé el uniforme. Pero ¿cómo lavaba de mi espíritu el haber sido injusta?, ¿cómo borraba de mi mente esas lágrimas corriendo por sus mejillas y las duras palabras que taladraron su corazón? Limpié su vestido, sí, pero creo que nunca podré borrar de mi mente tal actitud….
Me presenté y los invité a hacer una oración corta. Mis ojos se encontraron con la mirada fija de un pequeño, me recordó a Martín….
Llovía furiosamente, pero ellos estaban ahí como siempre, listos y dispuestos a cumplir con su deber. Mientras daba la clase observé cómo, de manera furtiva, él se comía una fruta. Me acerqué y le di la orden de hacer líneas: “No debo comer en clase”. Aceptó sin reparos, pero dijo:
─ ¿Si voy a hacer líneas, puedo seguir comiéndome la fruta?
Le indiqué que “no” y me insistió:
─ Pero seño, si este es mi desayuno, mi almuerzo y, posiblemente, mi cena. Mis padres se separaron y papá no nos manda dinero….
Les pedí que sacaran sus útiles y con un dibujo explicaran lo que esperaban de este año escolar. Al acercarme a sus puestos a ver sus trabajos recordé a Chaira….
En su dibujo pintó varios elementos de la naturaleza con colores inusuales, pero lo más curioso fue la coloración del agua:
─ ¿Por qué hiciste el agua de color negro?
Taché el dibujo, entonces me dice:
─ Profesora, ese es el color del agua que corre como un río por las calles de mi barrio….
Giré la memoria y me vi sermoneando a Paco, de pie, frente a mí….
─ ¿Qué quieres ser cuando crezcas?
─ ¡Guerrillero! –me dijo.
Le di un regaño de esos trillados y cansones, con la idea de intimidarlo y persuadirlo.
Tiempo después me encontré con su abuelita:
─ ¿Qué tal?, señora Josefina, cuénteme de Paco.
─ Seño, cumplió con lo que le había dicho que era su sueño –lo cual yo ya no recordaba–. Está muerto, seño, se fue a la guerrilla y lo mataron….
“Recojamos todo, niños, y coloquemos cada cosa en su puesto”. Quería apagar de una vez por toda la luz del pasado, mas su sonrisa, su color de piel y su alegría contagiosa me colocaron en la clase del 96….
La rechazaban por su etnia y se burlaban de su manera de hablar. Ella sólo sonreía cada vez que esto pasaba y siempre estaba dispuesta a ayudar y participar en cualquier actividad cultural. Yo no sabía qué hacer para cambiar la situación, pero a ella parecía no importarle. Hacía lecturas, convivencias y actividades de manera desesperada para que Makeba fuera aceptada en el grupo. Cualquier día me dice:
─ Seño, cógela suave, no me importa que ellos no me acepten, porque yo ya me he aceptado….
“Niños, salgamos al recreo”. Entonces escucho una voz débil, pero decidida:
─ Si mi mamá se va para Venezuela, me mato.
Los otros niños no lo tomaron en serio. En el momento me quedé sin decir palabra, sin embargo, sabía que debía actuar de inmediato. Vinieron a mi mente cada uno de mis estudiantes y cada una de sus enseñanzas; ellos me hicieron una alumna aventajada. Hoy sé que fui yo quien llegaba cada día a enriquecerme con sus saberes, con su manera de ver la vida, de disfrutar cada momento….
Fin