martes, 5 de enero de 2010

Cuento de Lenis Valiente Mendoza

“SEÑO, CÓGELA SUAVE”.

Por Lenis Valiente Mendoza

Después de tantos años, el primer día es siempre una experiencia única….
Aquella tarde de febrero la vi en el fondo del salón, apartada de los demás niños. Ellos se hacían a un lado, ninguno quería estar cerca de ella. Cuando me voy acercando siento un olor penetrante y desagradable. Veo su uniforme sucio y le pregunto:
─ ¿Por qué vienes así, qué clase de madre manda a su hija a la escuela de esa manera?
La niña sólo baja la mirada y se le salen las lágrimas, luego una alumna me dice: ─ Es su mamá la culpable, llegó borracha y le vomitó el uniforme, y ella no quería faltar hoy a clases, que es el primer día.
Al escuchar las razones que me diera su compañera sentí un ramalazo de remordimientos; cómo fui capaz de juzgar y hacer sentir mal a una niña, que no le importó exponerse a la burla de sus compañeros por cumplir con su responsabilidad. Hice salir a los niños y me quedé a solas con ella, presté a una compañerita suya un short, y le lavé el uniforme. Pero ¿cómo lavaba de mi espíritu el haber sido injusta?, ¿cómo borraba de mi mente esas lágrimas corriendo por sus mejillas y las duras palabras que taladraron su corazón? Limpié su vestido, sí, pero creo que nunca podré borrar de mi mente tal actitud….

Me presenté y los invité a hacer una oración corta. Mis ojos se encontraron con la mirada fija de un pequeño, me recordó a Martín….

Llovía furiosamente, pero ellos estaban ahí como siempre, listos y dispuestos a cumplir con su deber. Mientras daba la clase observé cómo, de manera furtiva, él se comía una fruta. Me acerqué y le di la orden de hacer líneas: “No debo comer en clase”. Aceptó sin reparos, pero dijo:
─ ¿Si voy a hacer líneas, puedo seguir comiéndome la fruta?
Le indiqué que “no” y me insistió:
─ Pero seño, si este es mi desayuno, mi almuerzo y, posiblemente, mi cena. Mis padres se separaron y papá no nos manda dinero….

Les pedí que sacaran sus útiles y con un dibujo explicaran lo que esperaban de este año escolar. Al acercarme a sus puestos a ver sus trabajos recordé a Chaira….
En su dibujo pintó varios elementos de la naturaleza con colores inusuales, pero lo más curioso fue la coloración del agua:
─ ¿Por qué hiciste el agua de color negro?
Taché el dibujo, entonces me dice:
─ Profesora, ese es el color del agua que corre como un río por las calles de mi barrio….

Giré la memoria y me vi sermoneando a Paco, de pie, frente a mí….
─ ¿Qué quieres ser cuando crezcas?
─ ¡Guerrillero! –me dijo.
Le di un regaño de esos trillados y cansones, con la idea de intimidarlo y persuadirlo.
Tiempo después me encontré con su abuelita:
─ ¿Qué tal?, señora Josefina, cuénteme de Paco.
─ Seño, cumplió con lo que le había dicho que era su sueño –lo cual yo ya no recordaba–. Está muerto, seño, se fue a la guerrilla y lo mataron….

“Recojamos todo, niños, y coloquemos cada cosa en su puesto”. Quería apagar de una vez por toda la luz del pasado, mas su sonrisa, su color de piel y su alegría contagiosa me colocaron en la clase del 96….

La rechazaban por su etnia y se burlaban de su manera de hablar. Ella sólo sonreía cada vez que esto pasaba y siempre estaba dispuesta a ayudar y participar en cualquier actividad cultural. Yo no sabía qué hacer para cambiar la situación, pero a ella parecía no importarle. Hacía lecturas, convivencias y actividades de manera desesperada para que Makeba fuera aceptada en el grupo. Cualquier día me dice:
─ Seño, cógela suave, no me importa que ellos no me acepten, porque yo ya me he aceptado….

“Niños, salgamos al recreo”. Entonces escucho una voz débil, pero decidida:
─ Si mi mamá se va para Venezuela, me mato.
Los otros niños no lo tomaron en serio. En el momento me quedé sin decir palabra, sin embargo, sabía que debía actuar de inmediato. Vinieron a mi mente cada uno de mis estudiantes y cada una de sus enseñanzas; ellos me hicieron una alumna aventajada. Hoy sé que fui yo quien llegaba cada día a enriquecerme con sus saberes, con su manera de ver la vida, de disfrutar cada momento….

Fin


miércoles, 23 de diciembre de 2009

Cuento de Laurenth de la Peña

LA REVOLUCION DE LAS FRUTAS

Por Laurenth De La Peña Mercado

Ya era la hora del almuerzo y la familia Piñeres deseaba comer un delicioso tutifruti. En ese momento la señora de la casa manda al cuchillo a cortar las frutas. Cuando el cuchillo abre la nevera, ya estaban todas listas para escapar de él.
Corrieron por toda la casa tratando de despistarlo, algunas salieron por la puerta, otras saltaron por una ventana hasta llegar al jardín. Una manzana de nombre Manuelita, llama a todas las que habían huido con ella y les dice:
─ Amigos y amigas, los he reunido para decirles que nos levantaremos contra el cuchillo. ¿Qué me dicen, se atreven o no?
─ Nosotros nos unimos a la revolución –responden todos alzando los brazos.
─ Bueno, si se quieren salvar del cuchillo consigan armas y escudos para cuando él venga, le salga el filo por la culata.

Pero con las horas las frutas se estaban muriendo porque no tenía qué comer. Entonces Manuelita los volvió a reunir:
─ Esto no puede seguir así, nos estamos debilitando mucho.
─ Sabes, Manuelita, yo me voy a entregar al cuchillo –dijo la joven pera con voz cansada.
─ ¿Cómo dices? –preguntó Manuelita muy alterada–. ¿Pretendes entregarte al cuchillo? ¿Quieres morir de forma trágica? ¡Sal y fue un gusto conocerte!
Al otro lado del jardín, el cuchillo, que las estaba buscando, por fin las encuentra. Asustadas todas las frutas salieron con sus semillas en las manos preparadas para pelear. Adelante iba el señor aguacate, seguido de cerca por un escuadrón de mangos y una joven guayaba que llevaba la bandera de la libertad.
Cuando vio semejante despliegue de guerra el cuchillo les dijo:
─ Tranquilas, que vengo en son de paz.
─ No te creemos –dijeron las frutas con desconfianza.
─ Quiero ayudarles, yo también estoy cansado de matar.
Hubo un profundo silencio que nadie se atrevía a romper. Todos miraban la filosa cara del cuchillo que brillaba intimidante. Fue un pepino quien se aventuró a preguntar:
─ ¿Cómo sabemos que dices la verdad y que no es un truco para engañarnos?
El cuchillo se quedó pensando mientras los vegetales esperaban ansiosos la respuesta.
─ Sí, ¿por qué tendríamos que creer en tus palabras? –dijo un viejo tomate dando un paso adelante–. Siempre hemos visto cómo matabas a nuestros amigos.
─ Es cierto, tienen toda la razón en desconfiar de mí –reconoció entristecido el cuchillo–. Ahora les voy a demostrar que estoy arrepentido sinceramente de mis crímenes…
Y diciendo esto, se arrojó violentamente contra una dura pared de granito, donde resultó destrozado y la cacha hecha pedazos por el suelo.
Todo el mundo frutal quedó con la boca abierta y los ojos desorbitados de asombro. Por fin Manuelita reaccionó y corrió hacia el cuchillo, que con voz quebrada dijo:
─ Ya ven que les decía la verdad, sólo quiero que me perdonen por lo que he hecho –Manuelita, con los ojos llenos de lágrimas, tomó una de sus manos y la apretó entre las suyas–. Voy a morir, pero antes me gustaría saber que perdonan mis malas acciones…
No alcanzó a escuchar las voces de las frutas que le decían de todo corazón que lo perdonaban, pues murió en brazos de Manuelita.
Acto seguido, todos los participantes de esta singular revolución, marcharon en formación militar por el jardín, rumbo a la calle, con destino a la Plaza de Mercado.

FIN

lunes, 21 de diciembre de 2009

domingo, 6 de diciembre de 2009

La Urrakita en el cine


Los miembros del Taller La Urrakita En la Plaza del Paseo La Castellana

De izquierda a derecha, Fredy, Mayerlis, Sara, Sara Carolina, Laurenth, Marcela, Olga, Jorge, Amira, Saralí y Betty.

lunes, 7 de septiembre de 2009

LA GENTE DE LA URRAKITA

(Para ver mejor la foto, haz click en la imagen)


miércoles, 19 de agosto de 2009

No nos olvidemos de los niños que sufren.

Tú también puedes alcanzar tus metas

MUSICALES DE LA URRAKITA